sábado, 23 de marzo de 2013
Canción de cuna y trincheras.
Le tiembla un rascacielos entreabierto entre los labios derruidos, como esa vida con la que no ha querido bailar desde que tú te fuiste y te llevaste todas las luces. Eras un imbécil, Frédéric, un imbécil por espolvorear tantos bombardeos en sus aurículas. Eras un imbécil, Frédéric, y lo sigues siendo, pero a ella no le queda miocardio suficiente para enseñarte las cicatrices que dejaron las ruedas de tu carro de combate. Le deshabitaste tantos tejados que ahora solo es un muro agujereado a versos, busca besos nuevos para entrelazarse las grietas. Eras un imbécil, Frédéric, siempre lo serás. Pero también fuiste el único capaz de enredarle un amor de metralleta en las pestañas, el único que se quedó a morir en sus poemas. Eras un imbécil, Frédéric, pero solo los imbéciles viven para siempre. Y por eso tú nunca dejarás de sonreír entre las cuatro y las cinco, con esa mirada de niño en bicicleta que la enamoró una vez y la dejó vivir otras tantas. Por eso ella no olvidará que solías caminar destrozando todos los pasos de baile, ahogando un blues en cada bala. Por eso aquella calle llevará tu nombre, aunque las paredes digan que allí aprendieron a llorar los verdaderos héroes de la guerra.
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Tus entradas siempre me alegran el día y estoy muy contenta por tu vuelta.(Soy la nacida el día 30)
ResponderEliminarPara la gente que aprende a llorar en días como esos tengo yo palabras, versos e historias de sobra, ya lo sabes.
ResponderEliminar"Eras un imbécil, Frédéric, pero solo los imbéciles viven para siempre."
ResponderEliminarCuánta razón en esa frase. Me alegro mucho de que estés de vuelta de nuevo, aunque nunca hayas llegado a irte del todo para mi :)
Te digo lo mismo que a Martín, soy yo la que os da las gracias por no haberos marchado nunca. :3
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