viernes, 26 de abril de 2013

Recuento de bajas por exceso de vida.

Te acuso de estos números y aquellas deudas. De las ojeras y de las miradas fosforitas. De las escaleras y los abrigos azules. Te acuso de más del doble de setecientas cuarenta y una sonrisas y ahí sigues tú, empeñado en tambalearme los labios para que me trepen por las mejillas.
Te acuso de diecisiete noches, cuatro abriles, tres nostalgias por cada julio y un verso por cada martes. Te acuso de las palabras de menos y las miradas sin ron. Te acuso de no haberme enseñado siquiera a liarme las pestañas. Te acuso de cada poema. De las cosquillas y los bolígrafos que pintaban sueños, de los caminos de tiza y los giros en redondo. Te acuso de mis quince años cuando me soplas el mechero, te acuso de los ciento cuarenta kilómetros por beso a los que baila mi voz si tú no me miras. Te acuso de quererme en cinco canciones que alguna vez olvidamos. Te acuso de millones de pasos en falso, de las seiscientas tres veces que no encontré tu brazo bajo mis vértebras, de esos cuatro veranos escribiendo tu nombre en las carreteras. Te acuso de haberte vuelto poesía en las servilletas de algún karaoke de una ciudad que no es esta, te acuso de no querer acusarme de nada. Te acuso de la radioactividad y del frío, te acuso también de la pulsera que me enmarañaste en la muñeca. Te acuso de ser el único pronombre de octubre, de no saber cuántas cervezas hay que tomar para pedirte veinticuatro veces ven. Te acuso de haber soplado una efe en mis rizos, otra e en mis párpados, una ele en las clavículas, una i encaramada a los lunares y alguna que otra zeta entre mis manos. Te acuso de las alas. De los vuelos. Te acuso de haberme llenado dos libros de geografía de magia. Ya lo ves, te acuso de estos números y aquellas deudas. Y yo me acuso de quererte culpable de todas mis almohadas.